Los defensores de las represas insisten repetidamente en que la energía hidroeléctrica es limpia, renovable y barata. Sin embargo, estos tres argumentos constituyen una verdad a medias. La energía hidroeléctrica puede contaminar seriamente el agua del río y emitir gases de “efecto invernadero”, como consecuencia de la descomposición de material orgánico existente debajo del embalse. La fragmentación y la degradación de los ecosistemas fluviales constituye una forma de contaminación. Jan A. Veltrop, ex-presidente de la Comisión Internacional sobre Grandes Represas escribe: “La energía hidroeléctrica es renovable porque deriva del ciclo del agua”. Sostener que el agua es un recurso renovable puede contribuir a una mayor confusión, si no se tiene en cuenta la tecnología no renovable con la que se le explota. Dado que los lugares aptos para construir represas no son infinitos, y que las represas y sus cuencas se llenan de sedimentos con el paso de los años, la energía hidroeléctrica sólo puede considerarse renovable si también se tienen en cuenta los elevadísimos costos que comportan el desmantelamiento.
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